Hoy (¡sí!) vengo con dos reivindicaciones. La primera (para muchos será "incoherente", pero es que así nos gusta precisamente, inkoherente) es la de esta seminueva encumbrada banda que vimos en Dublín este verano y que nos gustó (y gusta) bastante, los Two Door Cinema Club. Ya los conocíamos y habíamos escuchado, pero necesitábamos refrendarlos en directo. Se marcaron un concierto sobrio, brillantemente ejecutado y a la vez entretenido, así que salimos convencidos. Sí que notamos, eso sí, algo así como cierto choque y extrañamiento en lo generacional, pero bueno, a estas alturas (o bajuras) de nuestra vida es ya inevitable.
Nada extrañados, sino tocados precisamente en las entrañas y ciertamente reconciliados, nos dejó El Drogas este sábado en el En Vivo. Vaya por él esta nuestra segunda "reivindicación", porque menudo concierto guapo que se marcó el tío. Se presentó, enigmático y magnético, comiéndose el escenario, con pinta de Alice Cooper o Willy DeVille o algo, sin instrumento a hombros pero con bastón. Como si todo aquello no fuera más que un tributo a la senectud (la suya, la nuestra, la del rock, la de todos). Pero no, lo que sonaba no era en nada viejo. Era nuevo y excitante. Caían canciones de todo su repertorio (y del ajeno: "Frío" de Alarma!!!, célebre y consecuente) y eran revisitadas vibrantemente, con convicción, mejor que el mejor de los remakes. El imaginario, el de siempre (de antes y de ahora, queremos decir): las calles, el sexo, la tortura y/o el presidio, que comparecían de nuevo ante nosotros, atónitos como estábamos.
Nos agrada pues mucho que El Drogas, cual ave Fénix que arde y a la vez siente frío, sepa resurgir. No parece que necesite mucho a Barricada, aunque sintamos muchísimo decirlo.
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